“Ay” es un fonema universal, un grito de dolor en cualquier idioma humano.

Si un día se rompiesen los condicionamientos establecidos para la interpretación del mundo que nos rodea, los cuales quizás constituyan en sí mismos el mayor confort logrado por la sociedad opulenta, el choque de nuestro espíritu con la realidad sería una hecatombe y el mundo sería otro. Teóricamente la ruptura puede ocurrir en cualquier momento, es cuestión de leer,  oír, ver, una simple noticia, de guerra o sucesos y pensar en su contenido transcendente con hombre, mujeres y niños viviéndola, o sea, sufriéndola. Lo del prójimo como uno mismo. Los medios informativos nos ofrecen cientos de oportunidades diarias y sin embargo esa costra de distanciamiento, de dato abstracto no se rompe nunca, nuestro subconsciente está entrenado para archivar perfectamente digeridos esos informes y permite, como mucho, la ligera filtración de un vago sentimiento de piedad indiferente.

El protagonista de la novela rompe esa costra, sus vivencias se dicotomizan en reales e imaginarias mordiéndose la cola, nadie (ni el propio autor) podrá decir cuáles son unas y cuáles son otras, en consecuencia caben tantos desenlaces como lectores.

Richard Grandio, 1972

Plaza & Janés, 1976

Premio Ciudad de Oviedo 1972